lunes, 21 de noviembre de 2011

"El Hombre de Negro"



Johnny despertó violentamente, como era usual casi todas las madrugadas. El sudor frío recorría su frente mientras su pecho latía con fuerza. Aquel inolvidable sonido de la sierra penetraba sus sueños, envolvía su cuerpo y una sensación de vacío y terror en el estómago dominada su humanidad hasta hacerlo gritar dormido.
La solución se encontraba en su velador, un pequeño frasco con pastillas tranquilizantes. Las tomaba de a tres, con cerveza, e inmediatamente volvía a conciliar el sueño. Mientras dormía dejaba de ser el gran Johnny Cash y volvía a aquellos días de su niñez, donde la fama y el dinero se transformaban en lamentos, terror e incluso sangre.
Daban las 4 de la mañana, y en el profundo sueño de Cash el olor a metal y sangre se mezcló para inundar su olfato. El sonido de la sierra llenó los oídos del cantante, pero esta vez el grito de un niño pequeño acompañó a la escalofriante e inolvidable herramienta. Johnny despertó de nuevo, aún con más angustia y miedo.
Cash, jamás olvidaría aquel incidente en el granero de su granja que cobró la vida de su hermano mayor. Siempre recordaría a su padre, ebrio, castigándolo por aquel accidente. El sonido del cinturón cuando impactaba en las frescas heridas de su espalda, eran una constante en la cabeza de Johnny, incluso cuando se refugiaba en la música. Tres tranquilizantes más y cerveza para que Cash vuelva a dormir.
El despertador sonó a las ocho de la mañana. Johnny Cash estaba de vuelta en el estado que lo había catapultado a la fama, Tennessee. Listo para preparar su concierto nocturno tomó un baño, se vistió y de su maleta saco otro frasco. Estos ya no eran tranquilizantes para dormir, eran pastillas para mantenerse activo, las tomo de a tres, con cerveza obviamente y salió hacia el lugar de su presentación.
Llegó al teatro donde él y los demás músicos de la gira iban a presentarse. Realizaban pruebas de sonido, que en realidad eran espacios de tiempo para embriagarse y tomar anfetaminas para mantenerse despiertos.
Comenzó la prueba de sonido, Elvis Presley y Johnny Cash lideraban la guitarra, mientras las botellas de cerveza se consumían con rapidez, de igual manera las pastillas. Pronto el único en beber y tomar las anfetaminas era Cash, sus compañeros preocupados porque la hora del concierto estaba cerca advirtieron al cantante, sin embargo, su mente se bloqueaba cuando tocaba e ingería estas substancias.
La hora de la presentación llegó. Cash se encontraba en un estado completamente agresivo. Su mente, acelerada, solo pensaba en salir al escenario y tocar como nunca. Este estado se parecía al de sus sueños, pues el sonido de la sierra, el grito de su hermano y las palizas de su padre se agudizaban en su mente, pero esta vez Johnny estaba despierto, no era una pesadilla.
Salió del camerino ingiriendo más pastillas y más cerveza. Llevaba puesto una camisa negra con un pantalón del mismo color, de ahí su gran sobrenombre, “El hombre De Negro”, siempre vestía así, pocos sabían el porque.
El teatro estaba lleno, todos habían acudido para escuchar al gran Johnny Cash a sus acompañantes, “El Trío de Tennessee”. El Hombre de Negro no necesitaba presentación. Escuchaba el rugir de la multitud, sus manos sudaban, al igual que su frente. A pesar de haber tocado en vivo cientos de veces esta ocasión era distinta. Su padre, aquel castigador que siempre desaprobaba cada acción de Johnny, se encontraba entre los espectadores.
Otra ronde de pastillas y cerveza y Cash salió al escenario. Se abrió la cortina y un ensordecedor ruido se apoderó del cantante. Las luces del escenario dilataron más aún sus pupilas. Abrió el concierto con su clásica y fría frase: “Hola, soy Johnny Cash”, y empezó a tocar su guitarra y cantar su tema más aclamado, “El Blues de la Prisión de Folsom”.
Pronto Johnny sintió nausea, le era difícil mantenerse de pie. Casi no distinguía entre la luz del escenario y otra intensa que empezó a bloquear su vista. Sintió aquel vacío de sus madrugadas. Podía escuchar su corazón latir a mil por hora. Ráfagas de rabia invadían su cuerpo, solo sintió ganas de romperlo todo. Dejó de cantar, la multitud entró en un silencio sepulcral mientras la estrella golpeaba su guitarra contra el piso completamente descontrolado.
Johnny ya no era él, las anfetaminas y alcohol se apoderaron de su cuerpo y su mente. A continuación cayó desmayado en el piso, pálido, con la mirada perdida y la cara dura, parecido a un muerto. Las cortinas del escenario se cerraron, eso fue todo para el gran Johnny Cash.
Despertó un par de días más tarde, en una clínica de rehabilitación. Atado de manos y pies a la cama. Cash nunca había sentido tanto frío en su vida, ni siquiera cuando su hermano murió aquella mañana. No podía hablar, sentía la necesidad intensa de consumir alcohol y pastillas. Nadie lo escuchaba y esta vez no tenía a su lado aquel velador con el frasco de anfetaminas que eran su efímera salvación. La desesperación y rabia consumieron su cuerpo y se hundió en un profundo grito que nadie escuchó.

1 comentario:

  1. Bien. Buen trabajo. Este es el punto de vista del narrador literario. Veo que eso está muy bien comprendido. Hay que fijarse un poco en la puntuación.
    Podrías incluir algún material multimedia y poner enlaces.

    ResponderEliminar